13 Oct
13Oct

¿El cristianismo me llama a ser “diferente”? Como cristianos, hemos sido llamados a ser siervos de Cristo, lo cual conlleva ciertas peculiaridades que no todo el mundo toma en consideración. Muchas veces por tomar ciertas decisiones somos observados o quizás, tratados de un modo “diferente”.

Este trato puede llevar a muchos cristianos a considerar si realmente es necesario tomar esas decisiones o acciones; surge una tentadora posibilidad: ¿Qué tanto puedo parecerme al mundo sin dejar de parecerme a Cristo?

Partiremos de la siguiente premisa: El ser humano es pecador, condenado a muerte, pero salvo al aceptar la gracia otorgada por el sacrificio de Cristo. (Romanos 3: 9, 6: 23). Muy probablemente todos los que estén leyendo este comentario desean ser salvos en el Señor Jesucristo.

¿Fue Cristo diferente al mundo? La respuesta es bíblica y clara. El Señor Jesucristo llevó una vida por completo diferente a la de las personas que lo rodeaban en aquellos tiempos. Enseñó lo que la Palabra de Dios dice, pero no lo hizo de un modo similar al de otros maestros. La Escritura señala: “y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.” (Mateo 7: 28, 29). La autoridad mencionada por los evangelistas no se refiere únicamente al hecho de que Jesús es el Hijo de Dios, sino al hecho de que su vida reflejaba a plenitud lo que la palabra de Dios enseña, a diferencia de la hipócrita manera de enseñar de los escribas (Mateo 23: 13-36). Lección número uno: El cristiano debe, al igual que su Maestro, vivir reflejando a plenitud lo que la palabra del Señor enseña.

En la fervorosa oración por sus discípulos el Señor Jesucristo dijo: “Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo como tampoco yo soy del mundo.” (Juan 17: 14-16). Aunque aún permanecemos habitando este planeta, nuestra verdadera ciudadanía está en los cielos; por ende vivir conformándonos con los estándares del mundo es contrario al deseo de Dios.

Y no os conforméis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestro entendimiento, para que podáis comprobar cuál es la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta. ( Romanos 12: 2)

Si nos hacemos la pregunta: “¿El cristianismo nos llama a ser diferentes?” La respuesta es: Sí; Dios nos llama a ser semejantes a Cristo. Aunque parezca tentador querer imitar al mundo, sus placeres, sus tendencias, su razonamiento; el cristiano debe tener claro que su objetivo es el de parecerse a Cristo, cualquier pensamiento que surja en nuestras mentes que implique desviarnos de ese norte es un paso al abismo. Por ende, la pregunta: “¿Cuánto puedo parecerme al mundo sin dejar de parecerme a Cristo?” no debe ser una de las preguntas que definan nuestras acciones, la pregunta que debe definir nuestras acciones cada día debe ser: “¿Cuánto más puedo parecerme a Cristo?”

Existen en el mundo recursos que podemos utilizar para servir a Dios, siempre y cuando estos no comprometan los principios establecidos por Dios en la Escritura.

Si regresamos a la premisa con la que empezamos podríamos llegar a pensar que bastaría con aceptar la gracia perdonadora de Cristo, pero lo cierto es que la gracia no es únicamente perdonadora, sino también santificadora. Del mismo modo que una moneda correctamente formada posee dos caras para poder ser una verdadera moneda, la gracia posee un “rostro perdonador y justificador” y al mismo tiempo “un sello santificador”, hemos sido llamados a aceptar el perdón de Jesús y al mismo tiempo a aceptar obedecerle. (Romanos 3: 31; 6: 14 y 15; Juan 17: 19; Apocalipsis 14: 12).

Que sea la gracia de Cristo la que justifique y también Santifique tu vida.


Autor: Ricardo Concepción G.

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